La esfera de incesante ardor ilumina la verdad.
Allí, nada más que aceptarla.
En las sombras, aún la bestia espanta.
Huye, se revuelca y se niega a ser domada. Por eso muestra los dientes, lanza las garras.
Tiene el coraje, esta vez, de mostrar la panza, de ser vulnerable.
Pero debe esperar. Aprender a no saltar.
El rayo que cae y hiere. La tempestad que azota y duele. Eso ha de evitar.
Calmar sus aguas, domar sus tornados. Serenar su fuego.
La Luna asoma y la fiera está allí, expectante. Mas, sólo eso.
Su cólera se transmuta en coraje. Su incertidumbre en certeza.
Ha de mostrarse a sí misma que aprende a crecer.
Y continúa en ello.
Esa oscuridad, a punto de ser verdad.
Todo ello, frente al espejo.
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